LA IMPORTANCIA DE LA FASE EN BRAZOS Jean Liedloff

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Durante los dos años y medio en los que estuve viviendo con los indios de la edad de piedra en la jungla de Sudamérica (no todos seguidos, sino en cinco expediciones separadas con mucho tiempo entre ellas para reflexionar), pude darme cuenta de que la naturaleza humana no es lo que se nos ha hecho creer que somos.

Los bebés de la tribu de los Yecuana, más que necesitar paz y sosiego para dormir, dormitaban embelesadamente cuando se sentían cansados, mientras que los hombres, mujeres o niños que los acarreaban, bailaban, corrían, andaban, gritaban o impulsaban las canoas. Los niños jugaban juntos sin pelearse o discutir, y obedecían a los mayores instantánea y diligentemente.

La idea de castigar a un niño aparentemente nunca se les ocurrió a esa gente, ni su comportamiento mostró nada que pudiera llamarse verdaderamente permisividad. Ningún niño habría soñado en interrumpir, incomodar o ser mimado por un adulto. Y, sobre los cuatro años, los niños contribuían más en las tareas de la familia que lo que precisaban de ella.

yekuanaLos bebés en brazos casi nunca lloraban y, de una manera fascinante, no movían sus brazos, protestaban, arqueaban su espalda ni flexionaban sus brazos o piernas. Se sentaban tranquilamente en sus bandoleras o dormían en la cadera de alguien, desmintiendo el mito que los niños deben “hacer ejercicio”. Además, nunca sufrían de vómitos, excepto si estaban muy enfermos, y no tenían cólicos. Cuando se asustaban durante los primeros meses de gatear o andar, no esperaban que nadie fuera hacia ellos, sino que iban por sí mismos hacia su madre u otros cuidadores para confirmar la necesidad de sentirse seguros antes de continuar sus exploraciones. Sin supervisión, incluso los más chiquitines casi nunca se hirieron.

¿Es su “naturaleza humana” distinta a la nuestra? Algunos piensan que así es, pero, por supuesto, sólo hay una especie humana. ¿Qué podemos aprender nosotros de la tribu de los Yequana?

Nuestras Expectativas Innatas
Inicialmente, podemos intentar comprender completamente el poder de formación de lo que yo llamo la fase de “en brazos”. Empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor.

Al principio, meramente observé que la experiencia de ir en brazos tenía un impresionante efecto saludable en los bebés y que no había ningún “problema” que arreglar. Sus cuerpos eran suaves y se adaptaban a cualquier posición que fuera adecuada para sus porteadores; incluso algunos de ellos se colgaban en la espalda mientras los agarraban por la muñeca. No pretendo recomendar esta posición, pero el hecho de que es posible demuestra la extensión de lo que constituye el confort para un bebé. En contraste a este ejemplo, tenemos el desesperado desconfort de los niños acostados cuidadosamente en un moisés o cochecito, suavemente arropados, y dejados ir, rígidos, con el deseo de asirse a un cuerpo vivo que, por naturaleza, es el lugar correcto. Es el cuerpo de alguien que “creerá” en sus lloros y consolará sus ansias con brazos amorosos.

¿Por qué la incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia, se nos enseña en no confiar en nuestro instinto. Se nos dice que los padres y los profesores saben más y que cuando nuestras sensaciones no coinciden con sus ideas. Nosotros debemos estar equivocados. Condicionados para no confiar o amargamente ignorar nuestros propios sentimientos, resulta fácil convencernos para no creer en el bebé que llora diciendo: “¡Deberías tomarme en brazos!” “¡Yo tendría que estar cerca de tu cuerpo!” “¡No me dejes!” En su lugar, denegamos nuestra respuesta natural y seguimos la moda instaurada, dictada por los “expertos” en cuidados infantiles. La pérdida de confianza en nuestra experiencia innata nos deja leyendo un libro detrás de otro viendo como cada nueva idea falla.

Es importante entender quiénes son los expertos en realidad. El segundo mayor experto en cuidado infantil que existe está dentro nuestro, tan seguro como que reside en cada especie superviviente que, por definición, debe saber cuidar a su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé, programado durante millones de años de evolución para mostrar su propio temperamento mediante sonidos y acciones cuando el cuidado no es correcto. La evolución es un proceso de refinamiento que ha afinado nuestro comportamiento innato con magnífica precisión. La señal del bebé, la comprensión de esta señal por la gente que lo rodea, el impulso a obedecerla, son todo partes del carácter de nuestra especie.

El presuntuoso intelecto ha mostrado estar pobremente equipado para adivinar los auténticos requerimientos de los bebés humanos. La pregunta a menudo es: ¿Debería tomar al bebé cuando llora? ¿O debería dejarle llorar durante un rato? ¿O debería dejarle llorar para que así el niño sepa quien es el jefe y no se convierta en un “tirano”?

Ningún bebé estará de acuerdo con ninguna de estas imposiciones. Unánimemente, nos dejan bien claro que no deben ser dejados para nada. Como esta opción no ha sido ampliamente defendida en la civilización occidental contemporánea, las relaciones entre padres e hijos han permanecido firmemente como si fueran adversarios. El juego se ha centrado en conseguir que el bebé duerma en la cuna, pero no se ha considerado la oposición sobre los lloros del bebé. A pesar de que Tine Thevenin, en su libro The Family Bed (La cama familiar), y otros han abierto el tema de que los niños duerman con sus padres, el principio más importante no se ha tratado claramente: comportarse contra nuestra naturaleza como especies conduce inevitablemente a la pérdida de bienestar.

Una vez hemos comprendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas, seremos entonces capaces de descubrir precisamente cuáles son; en otras palabras, qué es lo que la evolución nos ha acostumbrado a experimentar.

El Papel Formativo de la Fase de en Brazos
¿Cómo llegué a ver en la fase de ir en brazos aquella etapa crucial para el desarrollo de una persona? Primero, vi la gente feliz y relajada en la jungla de Sudamérica, cargando siempre a sus bebés sin dejarlos nunca. Poco a poco, fui capaz de ver una conexión entre ese hecho tan sencillo y la calidad de sus vidas. Incluso, más tarde, llegué a ciertas conclusiones sobre cómo y por qué el estar en contacto constante con un cuidador activo es esencial en el estadio inicial del desarrollo tras el nacimiento.

Por un lado, parece que la persona que carga el bebé (normalmente la madre durante los primeros meses, y luego un niño de cuatro a doce años que devuelve el bebé a la madre para alimentarlo) está formando los cimientos para las experiencias posteriores. El bebé participa pasivamente en las carreras, paseos, risas, charlas, tareas y juegos del porteador. Las actividades particulares, el ritmo, las inflexiones del lenguaje, la variedad de vistas, noche y día, el rango de temperaturas, sequedad y humedad, y los sonidos de la vida en comunidad forman una base para la participación activa que empezará a los seis u ocho meses de vida con el arrastre, gateo y luego andar. Un bebé que ha pasado ese tiempo tumbado en una tranquila cuna o mirando el interior de una sillita, o al cielo, habrá perdido la mayor parte de esta experiencia tan esencial.

Debido a la necesidad del niño de participar, es también muy importante que los cuidadores no se queden sentados mirando al bebé ni que continuamente le pregunten lo que quiere, sino que lleven vidas activas ellos mismos. Ocasionalmente, uno no puede resistir darle al bebé un chorro de besos, pero, de todos modos, un bebé que está programado para observar la ajetreada vida que llevas se confunde y frustra cuando dedicas tu tiempo mirando como él vive la suya. Un bebé dedicado a absorber lo que es la vida, siendo vivida por ti, se sumerge en la confusión si le preguntas que sea él quien la dirija.

La segunda función esencial de la experiencia de la fase en brazos parece no haber sido percibida por nadie (incluyéndome a mí, hasta mediados de la década de los 1960). Se refiere a proveer a los bebés de un mecanismo de descarga de su exceso de energía hasta que no son capaces de hacerlo por sí mismos. En los meses anteriores a ser capaces de moverse por sí mismos, los bebés acumulan energía por la absorción de comida y de luz solar. Es entonces cuando el bebé necesita contacto constante con el campo de energía de una persona activa que pueda descargar el exceso no usado de ambos. Esto explica porque los bebés Yequana estaban tan extrañamente relajados y porque no se ponían rígidos, daban patadas o arqueaban la espalda para relajarse ante una incómoda acumulación de energía.

Para poder proveer una óptima experiencia de la fase en brazos tenemos que descargar nuestra propia energía de manera efectiva. Se puede calmar muy rápidamente a un bebé corriendo o saltando con él, o bailando o haciendo lo que sea para eliminar el exceso de energía propio. Una madre o padre que deben marchar de repente a buscar algo no necesitan decir “oye, toma el bebé que voy corriendo a la tienda”. El que tenga que correr que se lleve al bebé. ¡Cuanta más acción mejor!

Los bebés y los adultos experimentan tensiones cuando la circulación de energía en sus músculos está impedida. Un bebé repleto de energía no descargada está pidiendo acción: una carrera a galope alrededor del salón o un baile movido con el niño de la mano. El campo de energía del bebé se aprovechará inmediatamente del del adulto, descargándose. Los bebés no son las cositas frágiles que hemos tomado con guantes. De hecho, un bebé tratado como frágil en este estado de formación puede ser persuadido de que es frágil.

Como padres, podéis llegar a comprender fácilmente el flujo de energía de vuestro hijo. En el proceso, descubriréis muchas maneras de ayudar a vuestro bebé a mantener el suave tono muscular del bienestar ancestral, y de proporcionarle la calma y confort que necesita para sentirse como en casa en este mundo.

El uso del chupete

El uso del chupete es una práctica que está profundamente arraigada en nuestra cultura. Hoy en día es muy raro ver a un bebé sin un chupete.

Si bien es cierto que los chupetes calman a los bebés, la lactancia materna también lo hace. Lo bueno de la lactancia materna es que, además de calmar al bebé a través de la succión, también le ofrece la seguridad de estar con su madre y los beneficios que le proporciona la leche materna.

Sin embargo, si los padres consideran que es necesario ofrecerle a su bebé un chupete deben tener en cuenta que el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y UNICEF recomiendan que el uso del chupete se retrase hasta que la lactancia materna se haya establecido, es decir, aproximadamente hasta que el bebé tenga unas 6 semanas de edad.

Esto es debido a que la forma de succionar un chupete es distinta a la forma de succionar el pecho. El uso del chupete puede confundir al bebé haciendo que le sea difícil agarrarse al pezón por lo que puede causar que la madre termine con pezones dolorosos y/o agrietados. También puede que el bebé modifica la forma de prenderse al pecho y pierda o deje de ganar peso.

Lo que se recomienda es que solo se le de el chupete al bebé para dormir y no usarlo cada vez que el bebé llora porque esto conlleva el peligro de usarlo para reemplazar tomas.

El uso excesivo del chupete puede causar:

  • Confusión entre el pezón y el chupete (debido a la distinta forma de succionar).
  • Que el bebé reciba menos tomas porque se le da el chupete en lugar de ofrecerle el pecho.
  • Una reducción en la producción de la leche materna debido a la reducción de tomas y, por tanto, una reducción en la ganancia de peso en el bebé.
  • Maloclusión dentaria ya que se cree que puede deformar la boca y el paladar.

No hay que olvidar que el uso de un biberón puede causar los mismos problemas que el uso de un chupete puesto que la succión de la tetina de un biberón es igual a la de un chupete.

Semana del Prematuro. Guía para Familias de Niños Prematuros.

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«La importancia de la mirada del adulto, para  conocerse y conocer el mundo»

El bebé se siente valorado, cuando se lo valora por lo que es. Cuando el adulto detecta los crecimientos, logros, desarrollos  de su bebé y se los hace notar con alegría, se sentirá valorado por sus padres  y valorado por si mismo.  La importancia de reflejar lo que el niño va descubriendo, lo que va pudiendo, inventando, las cosas que va transformando en su juego, sus propias creaciones, iniciativas hace que usted este construyendo su valoración.

El adulto es un espejo, cuando sonríe frente a un logro del pequeño, lo ayuda, refuerza  su  confianza, lo habilita a que viva sus experiencias las que le permitirán alcanzar nuevos aprendizajes.  Los mensajes parten a partir de observar y respetar las iniciativas del bebé. El simple hecho de estar atentos, acompañar, revelar sus logros, brindándole reconocimientos de sus capacidades de hacer, tiene un poder muy importante para el niño que confirma que es y que es reconocido. Se siente considerado, seguro de sus posibilidades, y se despierta en él un espíritu aventurero. Crear un ambiente para que él desarrolle sus propias iniciativas, es darle la oportunidad de  acumular vivencias y experiencias, algunas sobre el mundo y otras sobre si mismo.
» Los arboles no crecen tirando de las hojas». J. Miguel Hoffman

Día del Pediatra

Las profesionales de Crianza Feliz queremos saludar a todos los pediatras que desde su valioso rol, asisten, contienen y acompañan a los padres durante el desarrollo de sus hijos, cuidando y velando por la salud y bienestar de su pequeños pacientes.

Los Abuelos

Los abuelos suelen estar cargados de experiencias y sabiduría. El arte de ser abuelo aporta amor, valores, trasmite cultura. Oralmente dan a conocer mitos, leyendas, los juegos que ellos jugaban cuando fueron niños. Trasmiten valores culturales y familiares, base fundamental en la formación de los niños, lo que, a su vez, representa una gran soporte funcional para los individuos y para la sociedad. Cuando los abuelos le cuentan a sus nietos una historia del pasado, les estan brindando una nueva dimensión, permitiéndoles dar rienda suelta a la fantasía, a soñar, conocer nuevas palabras o ampliar el vocabulario, viajar … La continuidad de la tradición está vinculada con las historias que solo los abuelos pueden contar. Se aprenden de ellos canciones, adivinanzas, oraciones, rimas, al mismo tiempo valores sobre la religión, valores a la Patria, al prójimo, el respeto por la vida, la tolerancia, el respeto por el otro, etc. Cuentan muchas veces, con el tiempo suficiente para contar sus vivencias, aventuras, las historias que escucharon de sus antepasados, como era la ciudad cuando fueron niños y jóvenes, la forma de trabajar, que se comía, como se vestían o divertían.

La responsabilidad de la crianza de los niños no es del abuelo o la abuela, es de los padres: los abuelos son excelentes acompañantes en la crianza.

Los abuelos pueden proporcionar a los padres oportunidades para salir sin los niños, con la tranquilidad que el proceso de crianza continuará como ellos lo han delineado.

Entre abuelos y nietos hay una fuerza intergeneracional maravillosa, vale la pena aprovecharla, sacarle el jugo; es una fuerza que les permite cumplir su principal función, la de respaldar a los padres en el proceso de crianza.

Invitemos y propiciemos el espacio para que los abuelos cumplan su función y desplieguen su amor.

Día Mundial del Cáncer de Mama

En el día mundial del cáncer de mama, nuestro reconocimiento a todas las mujeres que con fuerza, optimismo y valentía se enfrentan día a día a esta enfermedad sobreponiéndose a momentos de grandes incertidumbres con entereza, luchando por superar este obstáculo, entregándose al tratamiento indicado, apostando a la vida. Con el fin de hacer eco de las campañas de lucha contra esta enfermedad, en Crianza Feliz queremos reforzar la importancia de la prevención realizándose los controles indicados y necesarios. Desde nuestro rol, sentimos un profundo orgullo y admiración por aquellas mujeres que atravesaron la enfermedad y luego apostaron con esperanza a la maternidad y a la lactancia; así como a aquellas mujeres a las que la vida sorprendió teniendo que encarar un destete intempestivo con la aparición de la enfermedad pero siguieron nutriendo con el corazón.

Enseñarás

Enseñarás a volar…pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar…pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir…pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a cantar…pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a pensar…pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen,vivan, canten y piensen…
¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!

Madre Teresa de Calcuta

Los sentidos. El Tacto.

El conocimiento científico que hoy tenemos sobre la vida intrauterina es tan amplio que nos permite preguntarnos todo lo que podemos hacer por ese niño aún mucho antes de nacer. Hoy en día ya no hay duda que el bebé en el útero es un ser humano consciente que reacciona y lleva una activa vida emocional. Puede ver, oír, experimentar, degustar y, de manera primitiva, incluso aprender in utero. Lo más importante es que puede sentir.[1]

El bebé en el útero está inmerso en un mundo de sensaciones. La piel es el primer órgano que se desarrolla en el feto y el tacto, el único sentido sin el cual no podemos sobrevivir.

“Ahora bien, la capacidad sensorial de la piel es, de por si, tan extraordinaria que resulta enteramente innecesario exagerar sus virtudes. Todos poseemos cierta capacidad estereognóstica – es decir, la facultad de percibir objetos o formas mediante el tacto – y, en sentido metafórico, la mayoría de los seres humanos llegan casi a “ver” la forma del objeto que están tocando. Las yemas de los dedos son las regiones del cuerpo dotadas de mayor sensibilidad para “leer” la forma de los objetos.”[2]

“La estimulación táctil de carácter afectuoso es, a todas luces, una necesidad primaria, cuya satisfacción representa un requisito ineludible para que el recién nacido llegue a convertirse en un adulto sano.”[3]

Teniendo todos estos conceptos en mente, concluimos que “el contacto es nutritivo” relaja, alivia, estimula, sostiene, contiene, acompaña al bebé y ayuda a la maduración de todos sus sistemas vitales, como el gastro intestinal, el sistema inmunológico, el tono muscular, la respiración. Estimula la circulación sanguínea, el lenguaje, la comunicación. También le da seguridad y le proporciona bienestar tanto al bebé como a su mamá. Es un momento íntimo que favorece el vínculo y el apego, así como la conducta materna.

“Con las experiencias de Klaus y Kennel, quedó debidamente demostrada la importancia que el contacto prolongado con su hijo apenas nacido juega en el desarrollo de este vínculo de apego materno. Este particular vínculo se produce dentro del lapso llamado “período sensible”, entre los primeros minutos y horas de vida. Para un bebé conductas de apego son aquellas que tienden a mantener la proximidad de la madre, tales como el llanto, el chupeteo, la sonrisa, el aferramiento, el contacto ojo a ojo y el seguimiento visual. De ese mutuo apego dependerá la naturaleza del vínculo simbiótico normal e indispensable que se desarrollará entre ambos en los primeros meses de vida.”[4]

Aprender a tocar a su bebé es una herramienta que empodera a la madre, le da seguridad y le permite ahondar en ese vínculo único e íntimo que existe con su bebé.

[1] Dr. Thomas Verny y John Kelly. “La Vida Secreta del Niño Antes de Nacer”.

[2] Ashley Montagu. “El Sentido del Tacto. Comunicación Humana a través de la Piel”.

[3] Ashley Montagu. “El Sentido del Tacto. Comunicación Humana a través de la Piel”.

[4] Dr. Guillermo Rinaldi. “El lactante y su entorno: Vicisitudes del vínculo. Estudio, abordaje y prevención”.