Actualidad: Abrazar y besar a tu bebé afecta su ADN

La felicidad misma para una madre, es abrazar y besar a su bebé. Que ese amor hecho persona es la cosa más adictiva que existe con su olor, su suavidad, su ternura. Que lo que más ama de ser mamá es poder también perderse en esos abrazos llenos de luz.

Nunca he dudado del inmenso poder que tienen los abrazos amorosos: iluminan el día, conectan corazones, ponen final a una discusión, dan fuerzas, dan ánimo, relajan, dan seguridad. Y por si fuera poco, tienen la capacidad de alterar de manera profunda no sólo su salud emocional, sino la composición genética -el ADN- de un bebé.

Así lo asegura un estudio reciente hecho por la Universidad de British Columbia en Canadá. De acuerdo a esta investigación, la cantidad de abrazos  que recibe un bebé puede provocar cambios en al menos cinco áreas de su ADN, incluyendo las relacionadas con su sistema inmunológico y su metabolismo. En contraste, los bebés que no recibieron mucho afecto físico durante sus primeras semanas de vida, mostraron un perfil molecular en sus células poco desarrollado para su edad.

El estudio fue publicado en la revista Development and Psychopathology y contó con la participación de 94 bebés. Los autores del estudio pidieron a los papás que llevaran un diario del comportamiento de sus bebés así como de sus hábitos en cuanto a demostrar afecto físico durante las primeras cinco semanas de vida del bebé. Pasados cinco años, los investigadores tomaron muestras de ADN de los mismos niños.

Entonces analizaron qué tan activos eran ciertos genes y se dieron cuenta del poder de los abrazos: los que recibieron más, tenían un sistema inmune fuerte y tenían un metabolismo funcionando mejor.

Una vez más queda comprobado que las demostraciones físicas del amor son indispensables para la salud emocional y física de los seres humanos. Que el amor no es un concepto abstracto, es una fuerza poderosa que modifica directamente el comportamiento de las células.

Así que sean o no sean mamás melosas, no se limiten a la hora de abrazar, acariciar y besar a sus bebés. Háganlo como si no hubiera mañana y disfruten de la buena dosis de oxitocina.

 

Actualidad: Los berrinches: El primer paso para el desarrollo de la inteligencia emocional

Los berrinches y rabietas son necesarias para el correcto desarrollo de tus hijos

Los primeros años de vida de un niño son fundamentales para el desarrollo de su personalidad. La forma en que lo eduques y gestiones sus actitudes determinará en gran medida si en el futuro se convertirá en un pequeño inseguro y rebelde o, por el contrario, será un niño seguro de sí que obedece las reglas. Durante esta difícil travesía, uno de los principales problemas a los que, antes o después, tendrás que enfrentarte, serán los berrinches.

Los berrinches infantiles: Una vía para expresar emociones

Los berrinches o rabietas infantiles suelen aparecer alrededor de los dos años, aunque alcanzan su punto culminante entre los tres y los cuatro años. Lo que sucede es que a esta edad el niño empieza a ser consciente de su autonomía y quiere comenzar a hacer cosas por sí solo para poner a prueba las habilidades que está desarrollando. Cuando no puede hacerlo porque le pones límites, se enfada.

Sin embargo, como su corteza prefrontal, que es donde se regulan las emociones, es aún muy inmadura, no sabrá gestionar su comportamiento de forma adecuada y terminará expresando su ira de forma brusca y violenta. Es a través de estos berrinches que el pequeño expresa su frustración y su enfado, mientras aprende a regular sus estados emocionales. Por eso, es importante que comprendas los berrinches como una parte normal del proceso de desarrollo.

Una oportunidad para desarrollar la inteligencia emocional temprana

Tu postura ante los berrinches de tu hijo no solo te ayudará a lidiar mejor con la situación sino que también sentará las bases para el desarrollo de su inteligencia emocional. Si ignoras sus rabietas y haces caso omiso a su “sufrimiento”, le estarás transmitiendo la idea de que no te interesan sus necesidades y que sus emociones no son importantes, por lo que a la larga podrías convertirlo en un niño rebelde, con una baja autoestima e incapaz de hacer valer sus opiniones y derechos.

Al contrario, si le prestas demasiada atención a sus berrinches, podrías reafirmar que su estrategia para llamar tu atención es eficaz, con lo cual estarías reforzando su mal comportamiento. En este caso, es muy probable que tu hijo no aprenda a gestionar adecuadamente sus emociones y se convierta en un niño que cree merecerlo todo.

¿La solución? Aprende a manejar sus berrinches de forma asertiva, convirtiéndote en su patrón de autocontrol emocional y enseñándole a comunicar lo que siente sin transgredir las normas. Obviamente, no es una tarea fácil, pero con paciencia y consistencia educativa podrás convertir sus rabietas en la mejor herramienta para desarrollar su inteligencia emocional.

3 estrategias para utilizar las rabietas infantiles a tu favor

  1. Háblale en voz baja y con suavidad. A través de la voz se revelan nuestros estados de ánimo y emociones, cuando hablamos a gritos y con un tono fuerte transmitimos la idea de estar enfadados mientras que cuando lo hacemos usando un tono bajo y suave transmitimos una sensación de tranquilidad y autocontrol. Por eso, es importante que cuando te vayas a dirigir a tu hijo en medio de un berrinche utilices un tono bajo y suave para que además de relajarlo, le enseñes a regular sus emociones cuando las cosas no van como desearía.
  2. Pregúntale qué le sucede. Una estrategia excelente para que tu hijo aprenda a identificar sus emociones, que es el primer paso para gestionarlas, consiste en preguntarle por qué ha tenido el berrinche. Anímalo a que te cuente el motivo que lo ha desencadenado, y si no te habla sobre sus emociones, pregúntale directamente cómo se sintió al respecto. De esta manera, le ayudas a concientizar sus estados emocionales y hablar de ellos.
  3. Anímalo a encontrar otra solución. Los niños suelen tener berrinches porque no pueden conseguir lo que desean. Si es el caso, pregúntale a tu hijo qué solución propone para conseguir eso que tanto quiere. Negocia con él. De esta forma, le estarás dando una lección de flexibilidad, a la vez que estarás estimulando su creatividad y fomentando sus estrategias de afrontamiento ante los conflictos. Eso sí, hay veces en las que debes mantener un “no” firme, para evitar que sus berrinches se conviertan en una estrategia para hacerte cambiar de opinión.

Autora: Jennifer Delgado, psicóloga y escritora

 

Actualidad: El colecho y sus límites: ¿hasta cuándo el bebé debe dormir con sus padres?

La práctica de que los bebés duerman en la misma cama con sus padres genera desacuerdos: unos la desaconsejan, mientras que otros la recomiendan.

Existe un debate que podríamos llamar de primera instancia: colecho sí o colecho no. Ni siquiera los científicos se ponen de acuerdo en torno a esta cuestión. Quienes están de acuerdo con que los bebés duerman en la misma cama de sus padres, señalan como mayor ventaja el hecho de que esta práctica favorece la lactancia materna, además de una mejor calidad de sueño para el niño y de que se fortalecen los vínculos emocionales entre los padres y el bebé. Por eso, el colecho se considera uno de los factores claves de la crianza con apego.

Por su parte, los detractores de esta práctica enfatizan que multiplica hasta por cinco las probabilidades de que el bebé padezca el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), incluso aunque no existan otros factores de riesgo. En su último documento de recomendaciones de consenso, la Asociación Española de Pediatría (AEP) explica que la forma más segura de dormir para los bebés menores de seis meses es «en su cuna, boca arriba, cerca de la cama de sus padres», ya que «existe evidencia científica de que esta práctica reduce el riesgo de SMSL en más del 50%».

Sin embargo, como el colecho favorece el mantenimiento de la lactancia materna y esta a su vez «tiene un efecto protector frente al SMSL», la AEP tampoco contraindica esta práctica. Se limita a no recomendarla ante ciertas circunstancias: lactantes menores de tres meses, prematuridad o bajo peso al nacer, padres que consumen tabaco, alcohol o drogas, situaciones de mucho cansancio (como el inmediato posparto), sobre superficies blandas o no apropiadas (sillones, sofás, etc.) o camas compartidas con otras personas.

Debido a todas estas cuestiones, los expertos apuntan que, una vez que manejan toda esta información, «la decisión sobre la práctica del colecho debe ser de los padres». Ahora bien, al optar por el colecho, surge luego otra cuestión: ¿hasta cuándo practicarlo? He allí una segunda instancia de debate.

¿Colecho hasta los cinco años?

Sobre esta cuestión tampoco existe un consenso generalizado. En 2011, el sudafricano Nils Bergman, pediatra de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, fue noticia al recomendar que los niños duerman en la misma cama junto con su madre hasta los 3 años de edad. Basaba sus afirmaciones en un estudio en el que había analizado los patrones de sueño de 16 niños. No solo observó que los ciclos del sueño se interrumpían con mayor asiduidad en los bebés que dormían separados de sus madres, sino que además comprobó en ellos unos niveles de estrés hasta tres veces más altos que en los niños que dormían sobre el pecho de sus madres.

La propuesta de Bergman era «moderada» si se compara con la que, unos años antes, había formulado la psicóloga británica Margot Sunderland. En su libro La ciencia de ser padres, de 2006, la directora de Educación y Entrenamiento en el Centro de Salud Mental Infantil de Londres aconsejaba que los niños duerman con sus padres hasta los 5 años. Esta recomendación se apoya en una década de investigaciones sobre los efectos de las interacciones entre niños y adultos en el cerebro de los pequeños, y sobre un total de 800 estudios científicos. Para Sunderland, el colecho hasta los 5 años constituye «una inversión» a favor del niño.

El pediatra Carlos González, por su parte, autor de libros como Bésame mucho: cómo criar a tus hijos con amor y Comer, amar, mamar, sostiene que -así como, por motivos evolutivos, es normal que los bebés lloren cuando se quedan solos– también es «normal» que duerman acompañados de su madre o de sus padres. ¿Hasta cuándo? González responde que los niños «hacia los 3 o 4 años aceptan dormir solos si se les pide educadamente». Pero aclara que no es una recomendación: «Cada familia hará lo que crea conveniente», puntualiza.

Dejar el colecho, una decisión familiar

Más allá de estas opiniones puntuales, la mayoría de expertos en el tema coinciden en que no hay un momento específico que se pueda indicar para todos los casos. No es algo que dependa de la edad del niño ni de otros hechos puntuales, como el final de la lactancia o de los despertares nocturnos, sino con una suma de elementos en cada situación particular.

«El niño debe comenzar a dormir solo cuando esté preparado para ello», explica la psicóloga Mónica Serrano, especialista en maternidad y crianza con apego. En esta línea, apunta que «el sueño es un proceso evolutivo, en el que están implicados factores fisiológicos, emocionales, sociales y culturales», y que conviene tener en cuenta todos estos aspectos al momento de tomar la decisión. Hay que considerar, por ejemplo, que la capacidad de entender y expresarse a través del lenguaje hará más fácil que el niño comience a dormir solo.

En un sentido, el final del colecho se puede comparar con el final de la lactancia materna, como sugiere la psicóloga Mariela Cacciola, también especializada en crianza respetuosa. Es posible dejar de colechar de un modo «natural», cuando el propio niño manifiesta su deseo de empezar a dormir en su propio cuarto, al igual que cuando expresa, a su manera, que ya no quiere ser amamantado.

Y también se puede optar por acabar con el colecho de un modo «respetuoso», cuando la madre, el padre o ambos miembros de la pareja lo consideren necesario para el niño o para ellos mismos. «Así como la decisión de colechar tiene que ser una decisión familiar, modificar esa situación debe serlo también», señala Cacciola, y «por lo tanto es necesario respetar los deseos de todos».

¿Cómo procurar un final respetuoso del colecho?

En primer lugar, hay que hablar con el niño e informarle de la decisión. Si es posible, es bueno que participe en la preparación de su propio cuarto. Mónica Serrano habla de la importancia de hacerlo de forma gradual: se puede comenzar con las siestas del pequeño, para luego implementarlo en el sueño nocturno.

En palabras de Cacciola, «cambia el lugar pero no la rutina»: si el niño se dormía con la compañía de alguno de sus padres, canciones, un cuento, etc., eso no tiene por qué modificarse. Esta especialista recomienda, además, estar abiertos a la posibilidad de equivocarse: «Podemos creer que es el momento, pero cuando lo llevamos a la práctica no resulta». El niño puede comenzar a sufrir despertares nocturnos, llorar mucho, tener pesadillas o angustiarse. En ese caso, quizá sea conveniente revisar la decisión y reprogramarla para más adelante.

Autor: Cristian Vázquez

 

Actualidad: La moda de desmitificar la maternidad

Últimamente, parece que es ya una tendencia el desmitificar la maternidad. Se comenta a menudo lo equivocadas que están muchas mujeres, antes del parto, respecto a lo que supone tener un bebé. Yo no me sentí estafada cuando llegó mi primera hija, al menos no por las mismas razones que he leído o escuchado. Supongo que tener dos sobrinos mayores que mi niña, y unos padres que durante años relataron lo duro que fue criarnos a mí y a mis hermanos, me creó una estampa poco dulcificada de la maternidad. Pero tengo que reconocer que jamás me hice realmente una imagen mental de que lo que iba a suceder después del parto.

En el año 2002, cuando me quedé embarazada por primera vez, aún no se usaba Google de manera masiva, y eso creo que me mantuvo al margen de esas imágenes idílicas de bebés sonrosados y mamás sonrientes y perfectas que abundan en internet. Por entonces, leía libros sobre maternidad, de cierta calidad, y revistas. Sabía que iba a ser duro, me habían hablado del parto en las clases pertinentes, sabía que ya no iba a dormir mis ocho horas de rigor, que me iban a doler los pechos, que mi cuerpo iba a cambiar. Alguna otra molestia física hubo que desconocía, pero que acepté, ya que fue más o menos pasajera, y no me traumatizó.

La vergüenza de ser madre

Sin embargo, estoy de acuerdo en que hay que dejar claras las cosas, y que hay que presentar la vida de las madres tal y como es, no por elevar una queja sin más, sino por tratar de crear una imagen más ajustada a la realidad, al menos a la de un porcentaje considerable de madres. No quiero ser una aguafiestas, no todas las madres viven el parto y la lactancia de la misma manera, las experiencias son tan diversas como las mujeres que pasan por ello.

Para mí la gran diferencia entre tener hijos y no tenerlos es la responsabilidad que esto conlleva y el cambio tan grande que supone en el estilo de vida de una pareja. Cuando como pareja decidís tener un bebé, tenéis que ser conscientes de que nunca más volveréis a ser solo dos. Parece de perogrullo, pero no lo es. Vuestras prioridades cambiarán, vuestro tiempo de ocio, vuestra vida social, la relación de pareja, el reparto de tareas en casa, la evolución de vuestras carreras profesionales, la economía de vuestro hogar, las vacaciones, la relación con vuestras familias, con vuestros amigos: todo se ve afectado por el paso de ser dos a ser tres, cuatro, cinco, o los que lleguéis a ser. No es que sea malo, pero hay que adaptarse a un nuevo estilo de vida y esto es cosa de los dos, así que es necesaria mucha unión y fuerza para afrontar esta nueva etapa.

Uno de los cambios que más me costó encajar personalmente tras la maternidad fue el hecho de tener a una personita dependiente de mí en todo momento. Ser madre es un trabajo de 24 horas al día por siete días a la semana por 365 días al año para el resto de tu vida. Saber que eres su sustento, su consuelo, que te necesita a más no poder, que es un ser indefenso y que eres responsable de su salud, su bienestar, su desarrollo emocional, su crecimiento y su educación es abrumador. Esa sensación de responsabilidad infinita no la había tenido nunca antes.

Al ser madre creo que se produjo en mí una especie de pérdida de identidad. La mujer que era pasó a ser otra persona nueva, no completamente distinta, pero en constante evolución, en adaptación eterna, en un estado de búsqueda de un nuevo lugar en el mundo, de mi nuevo papel. Necesitaba saber cómo encajar todo aquello con mi vida anterior, sin perderme en el nuevo estado al que acababa de transitar.

Durante los primeros meses después de que naciera mi hija mayor, recuerdo haber perdido la noción del tiempo, estaba tan enganchada a mi bebé y ella a mí que no teníamos horarios, pasábamos tantas horas solas las dos que parecía que solo nos teníamos la una a la otra. No es tan sencillo romper el vínculo de los meses de embarazo, la llegada al mundo no acaba de convertir al bebé en un ser independiente de su madre, el vínculo continúa, y creo que es complicado estar preparada para aceptarlo.

Otro de los sentimientos que recuerdo era la angustia de perderla, de que dejara de respirar. Me parecía tan frágil que apenas dormía, pendiente de que estuviera bien, de que no se atragantara al regurgitar, de que no pasara frío, calor, o hambre. Para mí, lo más duro de esos meses fue no ser capaz de disfrutar de ella, sentir una melancolía constante, salir a dar un paseo y pensar que las otras madres con sus bebés no se veían ni la mitad de agotadas que yo, incluso algunas que no eran primerizas lidiaban con dos niños sin acalorarse, al menos desde mi punto de vista.

Está claro que no estaba preparada emocionalmente. Lo que me habían contado, lo que había leído, se centró más en los cambios físicos y en las molestias que en las emociones. No sé si sufrí una depresión posparto, o si simplemente estaba extenuada de amamantar, pasar 11 horas al día sola con ella y dormir en tramos de dos horas. Deseaba que llegara mi marido de trabajar para tener compañía, para recuperar un poco mi vida anterior, para darme una ducha larga, sin vigilar por el rabillo del ojo al bebé, para volver a ser yo.

No volví a sentirme así después de los otros dos partos, aunque el paso de uno a dos hijos y de dos a tres es un cambio muy importante también. Cuando ya tienes un hijo mayor, este marca unos horarios y unas necesidades que te impiden vivir solo para el bebé recién nacido, así que la llegada del segundo, a pesar de ser prematuro, fue más llevadera. Afortunadamente disfruté la baja por maternidad de él y de la tercera, pude disfrutar de ellos como bebés, y sí que fui capaz de organizar mi vida con tres niños pequeños, algo que en los primeros meses después del primer parto me parecía del todo imposible. Pero con esto no quiero decir ni mucho menos que la experiencia de otras madres vaya a ser como la mía, no pretendo dar consejos ni generar sentimientos de culpa, miedo o incapacidad, simplemente quiero contar una experiencia más.

Pienso que a las madres nos toca reinventarnos constantemente. Al principio te adaptas a tu hijo bebé, después a tu hijo que ya camina, al que va al colegio, al que va al instituto, al adolescente y a lo que aún esté por venir. Conoces a tus hijos casi como a ti misma, sabes si algo les está yendo mal, les está preocupando, si necesitan un respiro, si les exiges demasiado o demasiado poco.

Desmitificar la maternidad puede estar bien, pero tampoco creo que nada de lo que nos cuenten vaya a ser tan importante y significativo como nuestra propia experiencia. Y sobre todo ¿qué época de la maternidad desmitificamos? Porque estoy segura de que nuestras madres, algunas ya abuelas, aún viven experiencias como madres que no son como ellas creían que serían.

Autora: Eva Bailén

Publicado en www.elpais.com

Actualidad: La nueva forma de criar de las mamás millennials

Cómo viven la maternidad las nativas digitales. Lejos del estereotipo de la juventud hiperconectada y enajenada de la realidad, cuestionan mandatos y tradiciones de crianza. ¿Podrá un tutorial de YouTube reemplazar el consejo de una suegra?

Usan apps para controlar las contracciones en el embarazo, suben fotos de sus bebés a Facebook e Instagram, aprenden a cambiar pañales con tutoriales de YouTube y consultan al pediatra por WhatsApp. Nacidas entre 1980 y 2000, las mamás de la generación millennial, están atravesadas por su condición de nativas digitales pero no se quedan en el estereotipo de la juventud hiperconectada y enajenada del mundo real. Un mayor acceso a la información redunda en más capacidad para cuestionar mandatos y tradiciones de crianza del pasado. Les permite reinterpretrar el significado del embarazo, el parto y la crianza y vivirlos a su manera.

Las millennials se conectan a las redes desde la incertidumbre propia de la maternidad y, aunque suene paradójico, Internet muchas veces las acerca a saberes de las abuelas que hoy son revalorizados. Tal como describe Valeria Fornes, antropóloga que forma parte de la Colectiva de Antropólogas Feministas: “El discurso del instinto armoniza con el del derecho a decidir sobre el propio cuerpo. La apelación a lo ancestral con las nuevas tecnologías. El llantén, con el salbutamol. El teclado con la ronda de mate. Los marcos de referencia son múltiples y las resignificaciones y apropiaciones de cada grupo y cada mujer, también”.

La eterna dicotomía entre la vida laboral y familiar no termina de resolverse pero encuentra alternativas novedosas surgidas a partir del auge de la virtualidad y de los recursos digitales. Los expertos en marketing de las empresas reaccionan rápido para satisfacer las necesidades de este nuevo target de consumidoras a las que consideran parte de la generación más influyente del mercado. La oferta de productos, servicios e información es más abundante que nunca, discernir sobre su calidad y utilidad en un vínculo donde debe primar el contacto humano y el afecto es el gran desafío de las millennials.

Criar en una tribu virtual. “Mi hija nació cuando cumplí 28 y fui la primera de mis hermanas y de mi grupo de amigas en ser mamá. Trabajé a ritmo normal hasta un día antes de parir y durante todo el embarazo me propuse no leer nada sobre el tema para no obsesionarme. Sólo me descargué una app que semana a semana me informaba sobre el crecimiento del bebé y me daba tips de alimentación y estilo de vida. Todo me resultó muy fácil hasta el puerperio. Siempre pensé que exageraban sobre lo difícil de esa etapa pero cuando me tocó me sentí muy sola, incapaz de entender a mi beba, de darle la teta y me angustié mucho. Me salvó Facebook porque ahí encontré páginas de profesionales con información muy útil y, lo que es más importante, una comunidad de otras mamás a las que les pasaba lo mismo que a mí. Nos identificamos al instante, aunque en muchos otros aspectos no tengamos nada en común. Los primeros contactos con ellas fueron por chat, muchas veces incluso a la madrugada, desveladas por el llanto de nuestros hijos. Con algunas la relación fue más lejos, nos conocimos personalmente y nos acompañamos hasta hoy en el día a día de la crianza de nuestros chicos” (Ariana, 30 años, licenciada en marketing).

Las madres de la generación millennial capitalizan los recursos provistos por Internet hasta convertirlos en una red de apoyo afectiva. En el espacio virtual circulan experiencias y nacen vínculos enriquecedores. “Hace 30 o 50 años las mamás contaban con una tribu real integrada por su propia familia o amigos que disponían de más tiempo para acompañarlas en esta experiencia. Hoy hemos perdido esos referentes y la tecnología está supliendo esta tribu real. Criar en soledad no es negocio para nadie, se precisan personas alrededor, brazos extra”, explica Melina Bronfman, doula (acompañante de la madre) y consultora en crianza y desarrollo infantil (www.materpater.com.ar). Ivana Raschkovan, psicóloga clínica, docente e investigadora de la UBA, también le encuentra ventajas al uso de las redes sociales en esta etapa: “Muchas mamás se conocen así y la relación muchas veces trasciende la pantalla lo cual es súper positivo porque una madre aislada es ideal para que la depresión postparto prolifere”, advierte.

Entre el cuestionamiento y el apego. “Vengo de una familia donde todo era disciplina, premios y castigos. Fui una nena temerosa y una adolescente insegura después. Quedé embarazada de un novio que se borró a los pocos meses y cuando salí de la angustia inicial me concentré en prepararme para darle a mi hijo una crianza más libre y sana de la que yo tuve. En un blog sobre el tema encontré una frase que se convirtió en mi guía: ‘Mucho daño se ha hecho en nombre del amor pero no puede hacerse en nombre del respeto’. Algo que intuitivamente sabía pero que precisaba que me reafirmaran de afuera. Leí mucho online sobre la importancia del apego, miré videos en YouTube de un pediatra español, participé en foros con otras mamás con inquietudes similares a las mías. Y me vino muy bien porque después me crucé con más de un pediatra o un familiar que me criticó por compartir la cama con mi bebé o por tenerlo mucho en brazos como si lo estuviera malcriando. Pero yo ya tenía mis argumentos para defenderme y ser madre a mi manera” (Aldana, 28 años, maestra).

“Las nuevas madres, en su diversidad, tienen en común la reivindicación de la duda y una cierta perspectiva de género, aún a profundizar. Dudan no sólo acerca de sus prácticas y creencias sino acerca de esos saberes especializados, hegemónicos, que les dicen desde un consultorio y en unos efímeros minutos qué les pasa, a ellas y a sus hijos”, sostiene Valeria Fornes. Ivana Raschkovan también encuentra diferencias profundas entre la nueva generación de mamás con las que las precedieron: “Hay un movimiento de mamás empoderadas que cuestiona paradigmas antiguos de crianza, se corren de la tradición. No quieren pediatras que bajen línea”. Esta psicóloga también se atreve a hacer un hipótesis sobre el germen de este cambio: “No es casualidad que muchas de estas mamás fueron criadas en los años ‘80, en pleno auge del libro Duérmete niño, que sostenía que había que dejar a los chicos llorar para resolver sus problemas de sueño. Muchas tampoco fueron amamantadas. Eso dejó marcas en ellas y hoy atienden las demandas de sus bebés desde otro lugar”, sostiene.

Autorrealización personal y profesional. “Desde que me recibí de diseñadora siempre trabajé en relación de dependencia para agencias de publicidad. Planifiqué mi embarazo y ahorré para tomarme una licencia más larga y poder alimentar a mi hija sólo con pecho por lo menos seis meses. Pero cuando llegó la hora de volver al trabajo y dejarla en una guardería, me di cuenta de que era una locura. Pedí trabajar desde casa, pero tuve más alternativa que renunciar. Y lo que en principio fue un problema se convirtió en un desafío y una oportunidad para probarme a mí misma porque me obligó a moverme y retomar contactos para trabajar freelance. Resigné cierta estabilidad económica pero gané en independencia. Me organizo como a mí me parece, establezco mis prioridades y el tiempo me rinde más. Y nadie me quita el placer de trabajar en un bar mientras mi bebé duerme abrazado a mí en su fular. No hay felicidad más grande que esa”(Marina, 32 años, diseñadora).

Las millennials valoran el encuentro con su hijo, están dispuestas a dedicarles tiempo en cantidad y de calidad sin resignar completamente su desarrollo profesional. El disfrute de la maternidad no implica que sean madres full time. El mismo conflicto que padecieron generaciones anteriores sigue en permanente tensión, sin resolverse de forma definitiva. Sin embargo, según la antropóloga Valeria Fornes, las nuevas madres son permeables a negociar ciertas libertades, si en favor de ellas se ha resignado el derecho al disfrute de la maternidad: “La sobredemanda laboral ha impulsado a algunas a colgar el guardapolvo, el trajecito o los tacos para gestionarse un trabajo sin horarios ni jefes, con más diposibilibidad para la crianza pero también en función de sus deseos y proyectos, resignando bienestar económico por autorrealización”. Teletrabajo, coworking, networking y freelancismo parecen ser palabras claves a la hora de sortear la dicotomía entre la vida profesional y la familiar. Una vez más las nuevas tecnologías son aliadas estratégicas de esta nueva generación de mamás.

Contratiempos de la hiperconexión. Twitter, Instagram, Facebook, Pinterest, LinkedIn: los millennials son los principales usuarios de esas y otras redes sociales, viven conectados a Internet y, por más ocupadas que estén, las madres de esa generación no son la excepción. Subir y compartir decenas de fotos de sus hijos, estar todo el día pendientes del grupo de WhatsApp con otras mamás y googlear información muchas veces se tornan tan compulsivos como contraproducentes en la crianza.

“La tecnología es un gran recurso pero debe ser bien administrado. Es frecuente ver a mamás dar la teta mirando el teléfono. La pantalla del celular no merece más atención que el bebé que precisa ser mirado por el adulto. Eso sigue siendo igual que cuando éramos hombres de las cavernas, la madre es irremplazable”, advierte Bronfman. Como Presidenta de la subcomisión de Tecnologías de Información y Comunicación de la Sociedad Argentina de Pediatría, Paula Otero se alarma por la cantidad de niños muy pequeños que se encuentran en los espacios públicos viendo videos o jugando con celulares cuando la recomendación es evitar estas pantallas hasta los dos años. El consultorio pediátrico se convirtió en un espacio donde se transmiten estas recomendaciones sobre el uso controlado de la tecnología por parte de los niños y también de las mamás.

“Desde que empezó a usarse el WhatsApp como el gran medio de comunicación con el pediatra, hubo que reeducar a las mamás sobre el uso correcto para que no hagan consultas constantes sin medir hora ni motivo. El uso no debe ser indiscriminado para cualquier duda que surja. Por ejemplo, si hay una urgencia hay que ir a un centro de salud y nunca mandar un mensaje. El WhatsApp no habilita espacio para el tiempo y la responsabilidad que lleva responder una consulta de ese tipo”, explica.

Los hits de la maternidad digital

Para las madres millennials, las aplicaciones funcionan como un buen sostén para estar informadas y calmar la ansiedad del embarazo y el puerperio:

Babycenter. Permite calcular la fecha de nacimiento del bebé, ofrece consejos semana a semana durante los nueve meses del embarazo y promueve la conexión con madres y padres que atraviesan la misma experiencia. Son de uso extendido entre las futuras mamás de la generación millennial.

Contraction Timer y monitor. En los monitoreos del último mes, muchas futuras mamá se reportan a las parteras con el registro preciso de las primeras contracciones que aportan apps como Contraction Timer (Android) y Contraction Monitor (iOS).

Nursing timer. Esta aplicación (iOS) permite registrar las tomas, los cambios de pañal y los tiempos de sueño. Un registro vital, especialmente en el puerperio.

Autora: María Florencia Pérez

Publicada en www.clarin.com/viva

Actualidad: El papá que cuida al bebé no “ayuda”, ejerce la paternidad

El padre que atiende el llanto del bebé, que lo mece, que le cambia los pañales y le enseña las primeras palabras, no está “ayudando” a la mamá, está ejerciendo el papel más maravilloso y responsable de su vida: el de la paternidad. Son sin duda matices de un lenguaje a modo de trampas disimuladas en las que caemos muy a menudo y que es necesario trasformar.

A día de hoy, y para nuestra sorpresa, seguimos escuchando a muchas personas poner en voz alta la clásica frase de “mi pareja me ayuda en el trabajo del hogar” o “yo ayudo a mi mujer en el el cuidado de los niños”. Es como si las tareas y responsabilidades de una casa y de una familia tuvieran patrimonio, un sello distintivo asociado al género y del cual aún no nos hemos desprendido del todo en nuestros esquemas de pensamiento.

“Padre no es el que da la vida, padre es el que nos educa con amor”

La figura del padre es igual de relevante que la de una madre. Queda claro, no obstante, que el primer vínculo de apego del recién nacido durante los primeros meses se centra en la figura materna. Sin embargo, en la actualidad, la clásica imagen del progenitor donde se focalizaba la férrea autoridad y el sustento básico del hogar ya no se sostiene y debe ser invalidada.

Debemos dar fin al caduco esquema patriarcal donde las tareas se sexualizan en rosa y azul, con el fin de propiciar cambios reales en nuestra sociedad. Para ello, debemos sembrar el cambio en el ámbito privado de nuestros hogares y, ante todo, en nuestro lenguaje.

Porque el papá “no ayuda”, no es alguien que pasa por casa y aligera el trabajo de su pareja de vez en cuando. Un padre es alguien que sabe estar presente, que ama, que cuida y se responsabiliza de aquello que da sentido a su vida: su familia.

El cerebro de los hombres durante la crianza

Algo que todos sabemos es que el cerebro de las mamás experimentan asombrosos cambios durante la crianza de un bebé. El propio embarazo, la lactancia así como el cuidado cotidiano del niño favorecen una reestructuración cerebral con fines adaptativos. Es algo asombroso. No solo se incrementa la oxitocina, sino que la sinapsis neuronal cambia para aumentar la sensibilidad y la percepción con el fin de que la mujer pueda reconocer el estado emocional de su bebé.

Ahora bien… ¿y qué ocurre con el padre? ¿Es quizá un mero espectador biológicamente inmune a a dicho acontecimiento? En absoluto, es más, el cerebro de los hombres también cambia, y lo hace de un modo sencillamente espectacular. Según un estudio llevado a cabo en el” Centro de Ciencias del Cerebro Gonda de la Universidad de Bar-Ilan”, si un hombre ejerce un papel primario en el cuidado de su bebé experimenta el mismo cambio neuronal que una mujer.

A través de diversos escáneres cerebrales, efectuados tanto en padres heterosexuales como en homosexuales, pudo verse que la actividad de sus amígdalas era 5 veces más intensa de lo normal. Esta estructura se relaciona con la advertencia del peligro y una mayor sensibilidad al mundo emocional de los bebés.

Asimismo, y este dato puede sorprender a más de uno/a, el nivel de oxitocina segregado por un padre que ejerce el rol de cuidador primario es igual al de una mujer que cumple también su papel como madre. Todo ello nos revela algo que ya sabíamos: un padre puede relacionarse con sus hijos al mismo nivel emocional que la madre.

La paternidad y la maternidad responsable

Hay padres que no saben estar presentes. Hay madres tóxicas, padres maravillosos que crían a sus hijos en soledad y mamás extraordinarias que dejan huellas imborrables en el corazón de sus niños. Criar a un hijo es todo un desafío para el que algunos/as no están preparados y que muchos otros afrontan como el reto más enriquecedor de sus vidas.

Con ello queremos dejar claro un aspecto: la buena paternidad y la buena maternidad no sabe de sexos, sino de personas. Aún más, cada pareja es muy consciente de sus propias necesidades y llevará a cabo las tareas de crianza y atención en base a sus características. Es decir, son sus propios miembros quienes establecen el reparto y las responsabilidades del hogar en base a la disponibilidad.

El llegar a acuerdos, el ser cómplices uno del otro y el tener claro que el cuidado de los hijos es responsabilidad mutua y no exclusividad de uno solo creará esa armonía favorecedora en la que el niño crecerá en felicidad teniendo ante todo un buen ejemplo.

Asimismo, y más allá de los grandes esfuerzos que cada familia lleva a cabo en el seno de su propio hogar, es necesario que también la sociedad sea sensible a ese tipo de lenguaje que alimenta las etiquetas sexistas y los estereotipos.

Las mamás que continúan con su carrera profesional y que luchan por tener una posición en la sociedad, no son “malas madres” ni descuidan a sus hijos. Por su parte, los papás que dan el biberón, que buscan remedios para los cólicos de sus bebés, que van a comprar pañales o bañan cada noche a los niños no están ayudando: ejercen su paternidad.

Autora: Valeria Sabater, psicóloga y escritora.

Fuente: www.lamenteesmaravillosa.com

 

Actualidad: Niños con apego, adultos con habilidades

Gobiernos y empresas deberían fortalecer este activo con medidas como permisos de maternidad más largos y programas de conciliación familiar

“Ese niño está muy apegado a su madre”, hemos oído en infinidad de ocasiones y la impresión que dejan esas palabras es que hablan de un niño inseguro, dependiente y con más defectos que virtudes. Sin embargo, numerosos estudios demuestran que ese niño tiene más posibilidades de ser un adulto con mayores habilidades, mayor lenguaje, más autónomo y que se desenvuelva mejor en la vida adulta.

El apego se define por la Real Academia Española como la “afición o inclinación hacia algo o alguien”, palabras demasiado objetivas para reflejar el torrente de sentimientos que ese alguien o algo puede provocar en un niño y en su comportamiento futuro. En la práctica, el apego es una intensa vinculación afectiva que busca proximidad en momentos de amenaza porque proporciona seguridad, consuelo y protección. En los niños, esta relación nacida de la certeza de que sus progenitores o cuidadores van a estar ahí cuando los necesite, fue estudiada durante muchos años por la llamada teoría del apego. Concebida hace más de 50 años por el psicoanalista británico John Bowlby y posteriormente validada científicamente por la psicóloga norteamericana Mary S. Ainsworth, sostiene que la calidad de los vínculos personales durante el primer año de vida influye profundamente en nuestro comportamiento como adultos.

Últimamente, la teoría del apego está adquiriendo nuevo brío gracias a su aplicación en los jardines de infantes o en programas de coaching para ejecutivos por su interpretación de las causas que hacen que los seres humanos se comporten de determinada manera en sus relaciones con los demás. Porque, sostiene, en función del trato que hayamos recibido de nuestros padres o cuidadores, nuestro cerebro tiene un registro claro e indeleble del funcionamiento de las relaciones sociales, lo que nos permite desarrollar estrategias futuras para la supervivencia en un entorno social.

Pero la teoría del apego se desarrolló en un contexto histórico en el que las mujeres reclamaban sus derechos a la igualdad y a la independencia y eran pocas las que estaban plenamente incorporadas al mercado laboral. Las madres han sido siempre consideradas el referente principal para los niños dado que son las que más tiempo pasan con ellos, particularmente durante el primer año de vida, y las que finalmente tienen, según esta teoría, un papel definitorio en su vida adulta. Por ello, el hecho de que la mujer se haya convertido en un activo económico ha marcado nuevas tendencias.

Un informe publicado recientemente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sostiene que en América Latina y el Caribe las mujeres se han convertido en motores de transformación de la dinámica familiar con su contribución económica a los hogares, que ha pasado de un 28% en 1996 a un 35% en 2014. Muchas de estas mujeres son madres, por lo que en los últimos 10 años la cobertura de los servicios de jardines de infantes o de centros de desarrollo infantil se ha duplicado en países como Brasil y Chile y se ha multiplicado por seis en Ecuador, según datos publicados por el BID, aunque la calidad deja bastante que desear, según otra publicación de la misma institución.

Por otro lado, los permisos de maternidad desempeñan un papel fundamental en el apego de los niños y en sus efectos posteriores. Un estudio analizó los efectos a largo plazo del aumento de las licencias de maternidad remuneradas en Noruega a finales de los años setenta. Encontró que las madres que se vieron beneficiadas por la reforma pasaron, en promedio, cuatro meses más con sus hijos, lo que llevó a una marcada reducción (entre el 2% y el 2,5%) de las tasas de deserción escolar en las escuelas de educación secundaria y dejó ver un impacto importante en el aumento de su coeficiente intelectual.

En América Latina las mujeres cuentan con una media de tres meses de permiso de maternidad, periodo inferior al límite mínimo de 14 semanas establecido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su Convenio 183 sobre Protección a la Maternidad. Sin embargo, Cuba y Venezuela otorgan licencias de 18 semanas con el sueldo íntegro de la trabajadora mientras que Chile y Brasil conceden hasta seis meses. En el caso de Bolivia, la trabajadora tiene su puesto asegurado durante el embarazo y el año posterior al parto, en tanto que en Panamá se asegura la continuidad en el puesto hasta un máximo de un año tras haber concluido el permiso de maternidad.

El permiso de maternidad de España es de los más cortos de los países de la Unión Europea. La baja por maternidad consta de 16 semanas ininterrumpidas que se pueden repartir entre ambos progenitores siempre y cuando sea la madre la que disfrute las seis semanas inmediatamente posteriores al parto.

Permisos de maternidad más largos, programas de conciliación familiar, promoción de la participación masculina en la crianza de los niños, regulación generosa de las horas de lactancia, centros de cuidado infantil próximos o dentro del lugar de empleo de las madres… son conceptos que deberían tenerse en cuenta hoy en día para incluir el apego, que lejos de ser un sentimiento inmaterial ha pasado a ser un activo a fortalecer tanto desde las esferas públicas como las privadas.

Foto: La parlamentaria australiana Larissa Waters, con su bebé en el Parlamento. MICK TSIKAS (EFE)

Autora: Florencia López Boo es economista sénior de la división de protección social y salud del BID.

Nota extraída de www.elpais.com

Actualidad: La clave de la alergia a la leche de vaca está en cómo nacemos

Los bebés que nacen por cesárea tienen doble riesgo de padecer esta afección relacionada a la proteína láctea.

Los bebés nacidos por cesárea tienen dos veces más riesgo de ser alérgicos a la proteína de leche de vaca (APLV) que los que nacen por parto natural, afirmaron especialistas y precisaron que en el país padecen esa reacción unos 50 mil chicos menores de tres años.

La conclusión surge del estudio «¿Es el parto por cesárea un factor de riesgo para el desarrollo de APLV en lactantes argentinos?«, realizado por el pediatra gastroenterólogo Christian Boggio Marzet junto a las doctoras María Anabel Tilli y María Teresa Basaldúa, del grupo de trabajo en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Pirovano.

Entre 2010 y 2014 el grupo relevó 238 pacientes de alrededor de siete meses y con un peso promedio de 3.149 gramos que tenían signos aparentes de APLV, de los cuales el 56.3% había nacido por cesárea y un 43.7% por parto natural.

«La conclusión principal es que aquellos niños que no transitan el canal vaginal tienen el doble de riesgo de desarrollar ese tipo de alergia y también reacciones tardías como reflujo gastroesofágico y cólicos, aunque no es el único factor que condiciona», dijo a Télam el profesional que dirigió la investigación, recientemente publicada en el Journal of Pediatric Gastroenterology and Nutrition.

Boggio Marzet explicó que la flora intestinal, técnicamente llamada «microbiota«, está colonizada por millones de bacterias que «determinan gran parte de la inmunidad del individuo».

«El bebé recibe de su madre esos primeros gérmenes beneficiosos por nariz y boca durante su paso por el canal vaginal y se alojan en su intestino. En contrapartida, los primeros gérmenes que reciben aquellos que nacen por cesárea son los que circulan en la sala de parto, que no lo ayudarán en el desarrollo de su sistema inmunológico en el intestino», detalló Boggio Marzet.

La situación empeora, apuntó, cuando la mamá recibe antibióticos por alguna infección durante el embarazo o aún durante el propio parto, cuando el nene es prematuro o cuando desde muy temprano no recibe lactancia materna. «Promoviendo el parto vaginal siempre que sea posible y fomentando la lactancia materna contribuiremos a la formación de una microbiota más protectora, que sin dudas ayudará a la formación del sistema inmunológico del intestino y lo fortalecerá frente a agresiones como las alergias a la leche de vaca», completó el especialista.

Por su parte Claudio Parisi, presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica, señaló que la APLV «se manifiesta mediante síntomas inespecíficos que pueden incluir sangrado en la materia fecal, erupciones cutáneas, cólicos y retraso en el crecimiento, por lo que muchas veces se demora varios meses en llegar al diagnóstico».

«Si bien hay varios tipos de APLV, el tratamiento se inicia con la ‘dieta de exclusión’: la supresión inmediata en la dieta de la mamá del alimento sospechado, en este caso la leche de vaca y sus derivados, mientras que cuando ya no se amamanta o el bebé recibe alimentación complementaria, la supresión también debe alcanzar al niño», dijo Parisi a Télam durante el 6to Congreso Argentino de Gastroenterología Pediátrica, que se realizó en la ciudad de Buenos Aires.

En esos casos y como complemento de la leche de vaca, que el niño no puede ingerir, «se recomienda incorporar leches de fórmula especiales bajo indicación del médico tratante«, comentó Boggio Marzet. «Por lo general y si las manifestaciones son leves se indican fórmulas especiales que tienen la proteína de leche ‘rota’ o fragmentada, lo que disminuye su capacidad de generar alergia. Si los síntomas son más severos, se recomiendan las fórmulas a base de aminoácidos, donde la proteína está fragmentada al 100 por ciento y su capacidad de generar alergia es prácticamente nula», detalló.

El especialista recordó además que la cobertura de esas fórmulas «está garantizada por la ley de leches medicamentosas, que entró en vigencia en febrero«. «Afortunadamente, la mayoría de los cuadros de APLV, cualquiera sea su origen, suelen revertir por sí solos antes de los tres años. Sin embargo, en niños pequeños representa un problema serio que debe atenderse, ya que se corre el riesgo de que se presente un cuadro severo de desnutrición y complicaciones como problemas serios en el crecimiento», completó Parisi.

 

Actualidad: 16 de Octubre, se celebró el Día Mundial de la Alimentación

Ceremonia del Día Mundial de la Alimentación

El Papa Francisco pidió la colaboración de los gobiernos de todo el mundo para hacer de la migración una opción más segura y voluntaria, subrayando que garantizar la seguridad alimentaria de la población requiere hacer frente al cambio climático y acabar con los conflictos. El Pontífice realizó este llamamiento en la ceremonia del Día Mundial de la Alimentación (DMA), que ha tenido lugar en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El tema del DMA 2017 es: Cambiar el futuro de la migración. Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural.

El Día Mundial de la Alimentación coincide este año con un momento en que el hambre en el mundo está aumentando por primera vez en más de una década, afectando a 815 millones de personas, el equivalente al 11 por ciento de la población mundial. Este incremento se debe principalmente a la proliferación de conflictos violentos y a las perturbaciones relacionadas con el clima, que son también las principales causas de la migración por dificultades económicas.

El evento contó además con la participación del Presidente de Madagascar, Hery Martial Rakotoarimanana Rajaonarimampianina, cuyo país se enfrenta a las consecuencias del cambio climático.

Ministros de Agricultura de varios países del G7 asistieron igualmente a la ceremonia del Día Mundial de la Alimentación, evidenciando los importantes vínculos entre seguridad alimentaria, desarrollo rural y migración. Entre ellos figuró el canadiense Lawrence MacAulay, el francés Stéphane Travert, el alemán Peter Bleser, el italiano Maurizio Martina, el británico Therese Coffrey y el estadounidense Sonny Perdue. Por su parte, el japonés Ken Saito envió una declaración de apoyo.

El DMA contó asimismo con la presencia del Comisario Europeo de Agricultura y Desarrollo Rural, Phil Hogan, el Presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Gilbert F. Houngbo, y del Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley.

Fuente: www.fao.org/world-food-day/2017

Actualidad: ONU: la lactancia materna debería ser considerada un derecho …

Un grupo de expertos en derechos humanos de la ONU señaló en 2016 que el amamantamiento debe considerarse una cuestión de los derechos humanos tanto para bebés como para madres y debe ser protegido de acciones que buscan impedirlo.

En un comunicado emitido en Ginebra, los expertos señalaron que los gobiernos deben detener la comercialización “engañosa, agresiva e inapropiada” de sustitutos de la leche materna que realiza la industria a nivel global.

Añadieron que esas prácticas de marketing a menudo afectan negativamente a las decisiones que toman las mujeres sobre cómo alimentar a sus bebés e impiden que tanto bebés como las madres disfruten de los beneficios para la salud que ofrece la lactancia.

Asimismo, indicaron que los Estados no usan todas las herramientas a su alcance para combatir las prácticas inadecuadas de comercialización de esos productos y les instó a llevarlas a la práctica.

La falta de información de los trabajadores de la salud, las tradiciones culturales y familiares y la estigmatización que sufren las mujeres que amamantan en lugares públicos y en el lugar de trabajo, fueron mencionadas por el grupo como algunas de las causas que obstaculizan el avance de la lactancia materna.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que anualmente se podrían evitar la muerte de unos 820.000 niños, si la lactancia materna se inicia una hora después del nacimiento del bebé, se alimenta de ella únicamente durante los seis primeros meses y continúa el amamantamiento hasta los dos años edad junto a los alimentos complementarios indicados.

¿Por qué es tan importante la lactancia materna?

Segpún la OMS, la lactancia materna contribuye a “acabar con el hambre”, dado que la leche materna proporciona toda la energía y nutrientes que un bebé necesita durante los primeros seis meses de vida y una parte sustancial de estos hasta los dos años. Puede ayudar a prevenir el hambre y la desnutrición en los niños pequeños y la obesidad más tarde en la vida.

El amamantamiento también mejora significativamente la salud y la supervivencia tanto de los bebés como de las madres. Los estudios muestran, por ejemplo, que a nivel mundial:

  • La mejora de las prácticas de lactancia materna podría salvar más de 820.000 vidas al año, el 87% de ellos niños menores de seis meses de edad.
  • Casi la mitad de los episodios de diarrea y un tercio de las infecciones respiratorias podrían prevenirse con una mejor lactancia.
  • Una mayor duración de la lactancia materna se asocia con una reducción del 13% en la probabilidad de obesidad infantil y una reducción del 35% en la incidencia de la diabetes tipo 2.
  • Las tasas actuales de lactancia evitan un estimado de 20.000 muertes de mujeres por cáncer de mama cada año.

La lactancia materna contribuye a un mejor desarrollo mental y cognitivo, que promueve el aprendizaje y prepara a los niños para la escuela. En Brasil, los niños que fueron amamantados durante 12 meses o más permanecieron escolarizados casi un año más comparados con los que recibieron leche materna menos tiempo.